miércoles, 6 de febrero de 2013

¿Sabia, necia... o ambas?



Esta entrada es dedicada a mis lindas hermanas del grupo de "PROVERBIOS"

El ministerio de damas de nuestra iglesia, empezó simultáneamente en los grupos pequeños un estudio del libro de Proverbios. Y a pesar de que apenas hemos visto el primer capítulo, son tantos los tesoros que ya he descubierto, que me he motivado a escribir nuevamente. Al leer mis experiencias, espero que te sean alentadoras y de gran bendición.

Proverbios, en la Biblia, es un caudal de conocimiento práctico, que nos ayuda a ser juiciosas al tomar nuestras decisiones diariamente, sean grandes o pequeñas. En él, la sabiduría misma en forma de metáfora, nos suplica que la adoptemos, al mismo tiempo que nos muestra a dos tipos de personas: las sabias, quienes la reciben, y las necias, quienes la desprecian.

La tendencia natural para quien lee Proverbios, es crear en su mente dos bandos, y colocarse en uno de ellos de acuerdo a la percepción que ella tenga de sí misma.

Pero la realidad es que el pecado nos pone a todas en un solo bando... en el de las necias. Yo se que esto suena duro, pero cuando alguien esta enfermo, si solo se le tratan los síntomas, inevitablemente la enfermedad lo llevará a la muerte. Además, antes de tratar la enfermedad, necesitamos el diagnóstico correcto, y el nuestro es: Un corazón dañado por el pecado que se inclina por la creación y no por el Creador.

Aunque siempre queramos actuar sabiamente, la guerra entre los deseos de la carne y los deseos del Espíritu seguirá latente en nuestro corazón; y es evidente que no siempre dejamos ganar al Espíritu para que cumpla sus deseos en nosotros. Es por eso que somos impacientes, nos irritamos, y queremos lo que queremos cuando lo queremos.

Algo que me sucedió recientemente puede ilustrar que tan fácil podemos caer en la necedad.

Unos días atrás, yo envié a mi hija Andria a buscar la toga y el birrete que le había ordenado para su graduación. El día de la sesión de fotografía ya se aproximaba, y mi amiga María me había hecho el favor de hacer el pedido por internet junto con el de su hija, que tambien se gradúa este año.

El problema ocurrió cuando Andria se apareció de regreso en la casa sin lo que fue a buscar. Esa noche yo perdí completamente los estribos al ver que ella había venido con las manos vacías. A pesar de que me decía llorando "lo siento Mami, no lo hice con intension de herirte", mi enojo me nublaba. Lo único que podía ver era una hija inepta, incapaz de obedecer una simple orden, y su falta de consideración por no pensar en mi. En ese instante, mi razón se bloqueó simplemente porque yo deseaba ver la toga y el birrete que le había comprado, y no los tenía en frente a mi como yo esperaba.

¿Te das cuenta? En ese momento, el Espíritu de sabiduría deseaba darle a mi hija paciencia, comprensión, e instrucción. Mi carne, sin embargo, me decía que mi deseo era lo mas importante y no se me había cumplido. Después que Andria subió a su cuarto llena de frustración, yo empecé a sentirme mal al reconocer mi necedad. Verás, en el amar a los demás, para lo único que Dios nos insta a que miremos hacia nuestro ser interior es para que nos auto-examinemos, y eso fue lo que hice. No me había puesto furiosa porque mi hija había quebrantado la ley de Dios, sino porque había quebrantado la ley de Andreina, la ley del "yo".

Amiga, el pecado que vive aún en nosotras nos mueve a la necedad del egocentrismo. Nos lleva a que nos engañemos a nosotras mismas, y rehusamos ver nuestras faltas. Nos hace merecedoras del título de insensatas, porque nos creemos auto-suficientes, cuando en realidad no lo somos. Y lo peor, nos arrastra al moralismo, y a creernos mas puras y justas de lo que realmente somos. Eso nos hace arrogantes e incapaces de ver nuestra propia necesidad de la gracia de Dios. Si lo quieres comprobar, solo tienes que entrar a Facebook y leer los versículos y comentarios de algunos creyentes "bien intencionados". Vas a notar el patrón y que el mensaje es siempre: "Esto es lo que ustedes deberían estar haciendo, así como yo lo hago"; cuando estamos llamados a comunicar "Te invito a que entres a mi mundo de imperfecciones, y te encontrarás a un Dios con un amor tan grande que me acepta a pesar de ellas."

La noche anterior yo había actuado como necia. Afortunadamente Dios me ama demasiado para dejarme como estoy, y es por eso que él viene a mi encuentro en medio de mi necedad. Dios no necesita derramar su ira sobre mi por ser necia, pues ya él la derramó sobre su Hijo en la cruz. En su gracia, el Dador de la sabiduría no solo me da el perdón por la falta de ella, sino que tambien me da la que necesito para reparar el daño que he hecho. Por eso, al día siguiente, en la primera oportunidad que se presentó, y con la libertad de saberme perdonada por Dios, le pedí perdón a mi hija por ser irracional. Ella me abrazó, y con una sonrisa me aseguró que ya me había perdonado.

Es en momentos así que el Principe De Paz derrama su bálsamo para sanar nuestras heridas y restaurar nuestras relaciones. Es cierto que mi lucha por ser sabia y no necia continúa, pero no es menos cierto que Cristo, en quién están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento (Col. 2:1-3), compró con su sangre el perdón por mi falta de ella.

Un día, todos mis pensamientos, mis decisiones, mis palabras y mis acciones serán perfectamente sabias, porque veré cara a cara al más Sabio de los sabios... y entonces seré como es él.